No es la primera vez que pierdo el tiempo, es como muchas otras veces, pero distinta. Esta vez no logro encontrarlo. Los relojes me burlan, los persigo segundo a segundo tratando de convertir sus monótonas risas en respuestas, pero el intento es nulo.
Perdí el tiempo y no sé donde lo deje. Me fije en los lugares habituales; adentro de los cajones de mi escritorio, debajo de las nubes, sobre una rodilla flotando en Europa. Pero no lo encuentro por ningún lado. Será que se donde lo deje y alguien me lo movió de lugar.
Quiero que aparezca, que aparezca ya. Porque ésta sensación de haber perdido el tiempo me trae un cansancio al cuello similar a mirar un reloj y que las agujas marquen las 19:04, pestañear y que sea la 01:15. Las agujas que saltan durante los parpadeos me evaden cuando las persigo, con cuidado de no tropezar con los bloquecitos blancos.
A esta altura no quiero que me devuelvan el tiempo, solo me interesa saber dónde está y cuando partió. Hasta el tiempo mismo está confundido, quedó atrapado en mis parpados. Liberarlo será mucho más que un simple abrir de ojos.
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